martes, 30 de agosto de 2016

Antropología Filosófica - Filosofía de la Edad Media

La filosofía medieval es aquel pensamiento filosófico de Occidente que ubicamos en el espacio comprendido entre el final de la antigüedad, marcado por el fin del imperio romano de Occidente (476) y la edad moderna, tomada desde la fecha de la caída de Constantinopla (1453) o desde el comienzo de la reforma protestante (1517). Muchas veces se denomina filosofía medieval a la filosofía escolástica. Pero la escolástica propiamente dicha no comienza a dibujarse  hasta el siglo IX; lo que la precede es el pensamiento de los padres de la iglesia. Por ello dividimos la filosofía de la edad media en dos grandes secciones, filosofía patrística y filosofía escolástica, estas dos precedidas por los apologistas.
La filosofía medieval se le puede designar como aquel pensamiento filosófico del Occidente que desde San Agustín, pero especialmente desde San Anselmo de Cantorbery sigue el lema: entiende para que puedas creer, cree para que puedas entender. La expresión implica una unidad y mutua exigencia de ciencia y fe; pero también significa que el pensador cristiano no arroja la filosofía, sino que quiere cultivarla. No queremos apoyarnos solamente en las Sagradas Escrituras, dice San Agustín, sino también en la razón. La filosofía que en otros contextos históricos aplica generalmente las solas fuerzas de la razón a los magnos problemas en torno al mundo, al hombre y a Dios, se da la mano en este periodo con la fe religiosa, y la fe religiosa con ella, fenómeno que por lo demás se repite en este ámbito histórico aun en las filosofías arábiga y judía. La síntesis de fe y saber en el pensamiento medieval tiene como presupuesto explicativo la realidad de una unidad ideológica.
A los primeros pensadores cristianos se les denomino apologistas quienes sostenían una continuidad con la filosofía griega interpretándose a sí mismos como la última y más lograda manifestación de ésta. Su argumento se basa en la unidad de la razón que Dios ha otorgado a todos los humanos. El más importante de estos apologistas es Justino quien nació en Palestina en la ciudad de Naplusa, la antigua Siquem, a comienzos del siglo II, de padres paganos se habría dedicado desde joven a la filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas estoica, peripatética, pitagórica y platónica, parece que su conocimiento del judaísmo lo adquirió más tarde. Llegado a Roma, puso una escuela en la que enseñaba su filosofía, la cristiana, y allí, por las envidias de un maestro pagano que seguía la filosofía cínica, Crescente, fue denunciado como cristiano y murió mártir, probablemente en el año 165. Afirma que la filosofía es lo que conduce al hombre hacia Dios uniéndolo con él. Justino identifica el logos con Dios y Cristo, de tal manera que todo el género humano ha participado y participa de la razón. Así los hombres que vivido conforme a la razón, sean judíos o paganos, han vivido según Cristo, mientras que aquéllos que, por sus vicios, han vivido contra la razón, han vivido también contra Cristo. Justino rescata para el cristianismo toda verdad anterior a él, justificando así el uso de los pensadores griegos por parte de los cristianos.
La Patrística o filosofía de los Padres de la Iglesia, cuenta con Agustín como su figura más destacada, nació en Tagaste, ciudad del África romana en el año 354 y murió en Hipona el 430 durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron la ciudad durante la invasión de la provincia romana de África.
Agustín declara que él no desea conocer sino a Dios y el alma, de tal manera que éstos son los grandes temas de su filosofía. Sin embargo, Dios y el alma no son, para Agustín, objetos de dos investigaciones paralelas e independientes, sino el mismo objeto en cuanto que Dios se revela solamente en el alma. En la interioridad, en el replegarse del alma sobre sí misma, el hombre llega a Dios, puesto que Dios es la verdad. A tal punto esto es así, que el hombre no podría dudar si no tuviera en sí la verdad, que la duda misma le revela y le confirma. La verdad está en el hombre, pero no es el hombre; ella se encuentra por encima del hombre y para encontrarla el hombre debe trascenderse a sí mismo.
El hombre, por su misma naturaleza, se encuentra vinculado a Dios, ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, así sus actividades fundamentales, la memoria, la inteligencia y la voluntad, corresponden las tres personas de la Santísima Trinidad; y así como las tres personas divinas constituyen una única sustancia, así las tres facultades humanas constituyen una única alma. Ahora bien, siendo Dios ser, verdad y amor, el hombre que se aleja de él se aleja al mismo tiempo de estas tres cosas y cae en pecado. Por ello, al hombre se le presenta siempre la alternativa de vivir según la carne, debilitando la relación con Dios, o vivir según el espíritu, fortaleciendo la relación con Dios. La primera elección no es, según Agustín, una elección verdadera, se trata más bien de una renuncia y esta es la verdadera causa del pecado.
Según Agustín, Dios creó todo a través del logos que contiene en sí las ideas o razones inmutables de las cosas. Por lo tanto las ideas están contenidas en la razón divina, es decir, en el logos.
El termino scholasticus señaló en los primeros siglos de la Edad Media al docente de las artes liberales, es decir, de aquellas ciencias que constituían el trívium (gramática, lógica o dialéctica y retorica) y el quadrivium (geometría, aritmética, astronomía y música). Seguidamente se llamo scholasticus también al docente de filosofía y teología, cuyo título oficial era magister y que tenía sus clases primero en la escuela catedralicia, luego en la universidad (studium generale).
Por escolástica se entiende, en sentido estricto, aquella especulación filosófico-teológica que se cultivó y desarrolló en las escuelas del propio medievo, es decir, desde Carlomagno hasta el renacimiento. Y también puede llamarse escolástica a la filosofía arábigo-judía en la medida en que durante este período entra en contacto con la propia escolástica.
La escolástica se encuentra estrechamente vinculada, en su naturaleza y en su método, con la actividad didáctica de los maestros medievales. Esta actividad se desarrollaba según dos grandes líneas: la lectio, que consistía en el comentario de un texto, y la disputatio, que consistía en el examen de un problema mediante la discusión de todos los argumentos que pudiesen darse a favor o en contra.
El problema fundamental de la escolástica es el de llevar al hombre a la comprensión de la verdad revelada en los textos sagrados y en los dogmas de la iglesia. No se trata de encontrar una verdad, sino de comprenderla. Para comprenderla, ella extrae de la tradición filosófica los instrumentos y el material de la investigación y que proceden básicamente de la filosofía griega.
La figura más importante del primer periodo de la escolástica es San Anselmo. Su filosofía considera que nada puede ser entendido sin la fe, pero también piensa que hace falta confirmar y demostrar la fe con motivos racionales. De esta forma, Anselmo considera que la armonía entre fe y razón es plena y esencial; no obstante, en caso de que exista un desacuerdo entre las dos instancias, la fe debe ser preferida a la razón.
Filosofar es, pues, según la escolástica, ver en todo la huella, la imagen de Dios, saber cómo todo depende de El y viene de El, cómo todo va a El, siendo Dios causa final y eficiente de todo.
Filosofar es amar a Dios, y por el conocimiento de Dios llegar al conocimiento de todo, como dependiente de Dios.

Referencias
Altuve, N. (2006). Introducción a la Filosofía. Caracas: UPEL.
García Bacca, J. (1975). Elementos de Filosofía. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
Hirschberger, J. (1997). Historia de la Filosofía I. Barcelona: Herder.

FILOSOFÍA DE LA EDAD MEDIA
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio


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