La filosofía medieval es
aquel pensamiento filosófico de Occidente que ubicamos en el espacio comprendido
entre el final de la antigüedad, marcado por el fin del imperio romano de
Occidente (476) y la edad moderna, tomada desde la fecha de la caída de
Constantinopla (1453) o desde el comienzo de la reforma protestante (1517).
Muchas veces se denomina filosofía medieval a la filosofía escolástica. Pero la
escolástica propiamente dicha no comienza a dibujarse hasta el siglo IX; lo que la precede es el
pensamiento de los padres de la iglesia. Por ello dividimos la filosofía de la
edad media en dos grandes secciones, filosofía patrística y filosofía escolástica,
estas dos precedidas por los apologistas.
La filosofía medieval se le
puede designar como aquel pensamiento filosófico del Occidente que desde San
Agustín, pero especialmente desde San Anselmo de Cantorbery sigue el lema:
entiende para que puedas creer, cree para que puedas entender. La expresión
implica una unidad y mutua exigencia de ciencia y fe; pero también significa
que el pensador cristiano no arroja la filosofía, sino que quiere cultivarla.
No queremos apoyarnos solamente en las Sagradas Escrituras, dice San Agustín,
sino también en la razón. La filosofía que en otros contextos históricos aplica
generalmente las solas fuerzas de la razón a los magnos problemas en torno al
mundo, al hombre y a Dios, se da la mano en este periodo con la fe religiosa, y
la fe religiosa con ella, fenómeno que por lo demás se repite en este ámbito
histórico aun en las filosofías arábiga y judía. La síntesis de fe y saber en
el pensamiento medieval tiene como presupuesto explicativo la realidad de una
unidad ideológica.
A los primeros pensadores
cristianos se les denomino apologistas
quienes sostenían una continuidad con la filosofía griega interpretándose a sí
mismos como la última y más lograda manifestación de ésta. Su argumento se basa
en la unidad de la razón que Dios ha otorgado a todos los humanos. El más
importante de estos apologistas es Justino
quien nació en Palestina en la ciudad de Naplusa, la antigua Siquem, a
comienzos del siglo II, de padres paganos se habría dedicado desde joven a la
filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas estoica,
peripatética, pitagórica y platónica, parece
que su conocimiento del judaísmo lo adquirió más tarde.
Llegado a Roma, puso una escuela en la que enseñaba su filosofía, la
cristiana, y allí, por las envidias de un maestro pagano que seguía la
filosofía cínica, Crescente, fue denunciado como cristiano y murió mártir,
probablemente en el año 165. Afirma que la
filosofía es lo que conduce al hombre hacia Dios uniéndolo con él. Justino
identifica el logos con Dios y Cristo, de tal manera que todo el género humano
ha participado y participa de la razón. Así los hombres que vivido conforme a
la razón, sean judíos o paganos, han vivido según Cristo, mientras que aquéllos
que, por sus vicios, han vivido contra la razón, han vivido también contra
Cristo. Justino rescata para el cristianismo toda verdad anterior a él,
justificando así el uso de los pensadores griegos por parte de los cristianos.
La Patrística o filosofía de los Padres de la Iglesia, cuenta con Agustín como su figura más destacada, nació
en Tagaste, ciudad del África romana en el año 354 y murió en Hipona el 430
durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron la ciudad durante
la invasión de la provincia romana de África.
Agustín declara que él no
desea conocer sino a Dios y el alma, de tal manera que éstos son los grandes
temas de su filosofía. Sin embargo, Dios y el alma no son, para Agustín,
objetos de dos investigaciones paralelas e independientes, sino el mismo objeto
en cuanto que Dios se revela solamente en el alma. En la interioridad, en el
replegarse del alma sobre sí misma, el hombre llega a Dios, puesto que Dios es
la verdad. A tal punto esto es así, que el hombre no podría dudar si no tuviera
en sí la verdad, que la duda misma le revela y le confirma. La verdad está en
el hombre, pero no es el hombre; ella se encuentra por encima del hombre y para
encontrarla el hombre debe trascenderse a sí mismo.
El hombre, por su misma
naturaleza, se encuentra vinculado a Dios, ha sido creado a imagen y semejanza
de Dios, así sus actividades fundamentales, la memoria, la inteligencia y la
voluntad, corresponden las tres personas de la Santísima Trinidad; y así como
las tres personas divinas constituyen una única sustancia, así las tres
facultades humanas constituyen una única alma. Ahora bien, siendo Dios ser,
verdad y amor, el hombre que se aleja de él se aleja al mismo tiempo de estas
tres cosas y cae en pecado. Por ello, al hombre se le presenta siempre la
alternativa de vivir según la carne, debilitando la relación con Dios, o vivir
según el espíritu, fortaleciendo la relación con Dios. La primera elección no
es, según Agustín, una elección verdadera, se trata más bien de una renuncia y
esta es la verdadera causa del pecado.
Por escolástica se entiende, en sentido estricto, aquella especulación
filosófico-teológica que se cultivó y desarrolló en las escuelas del propio
medievo, es decir, desde Carlomagno hasta el renacimiento. Y también puede
llamarse escolástica a la filosofía arábigo-judía en la medida en que durante
este período entra en contacto con la propia escolástica.
La escolástica se encuentra estrechamente
vinculada, en su naturaleza y en su método, con la actividad didáctica de los
maestros medievales. Esta actividad se desarrollaba según dos grandes líneas:
la lectio, que consistía en el
comentario de un texto, y la disputatio,
que consistía en el examen de un problema mediante la discusión de todos los
argumentos que pudiesen darse a favor o en contra.
El problema fundamental de
la escolástica es el de llevar al hombre a la comprensión de la verdad revelada
en los textos sagrados y en los dogmas de la iglesia. No se trata de encontrar
una verdad, sino de comprenderla. Para comprenderla, ella extrae de la
tradición filosófica los instrumentos y el material de la investigación y que
proceden básicamente de la filosofía griega.
La figura más importante del
primer periodo de la escolástica es San
Anselmo. Su filosofía considera que nada puede ser entendido sin la fe,
pero también piensa que hace falta confirmar y demostrar la fe con motivos
racionales. De esta forma, Anselmo considera que la armonía entre fe y razón es
plena y esencial; no obstante, en caso de que exista un desacuerdo entre las dos
instancias, la fe debe ser preferida a la razón.
Filosofar es, pues, según la
escolástica, ver en todo la huella, la imagen de Dios, saber cómo todo depende
de El y viene de El, cómo todo va a El, siendo Dios causa final y eficiente de
todo.
Filosofar es amar a Dios, y
por el conocimiento de Dios llegar al conocimiento de todo, como dependiente de
Dios.
Referencias
Altuve, N. (2006). Introducción a la Filosofía. Caracas:
UPEL.
García Bacca, J. (1975). Elementos de Filosofía. Caracas:
Universidad Central de Venezuela.
Hirschberger, J. (1997). Historia de la Filosofía I. Barcelona:
Herder.
FILOSOFÍA
DE LA EDAD MEDIA
AUTOR:
Félix
Piñerúa Monasterio
DISEÑO
Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia
FOTOGRAFÍA:
Félix
Piñerúa Monasterio
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