jueves, 5 de diciembre de 2013

Antropología Filosófica – Sócrates

Este ateniense hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fainarate vivió entre el 470 y el 399 a.C., como filosofo consideraba el dialogo como la forma primitiva del pensamiento filosófico y como el único camino por el que podemos llegar a entendernos con otros.
Comienza su actividad filosófica leyendo los textos de Anaxágoras acerca de la naturaleza, aunque critica a los filósofos de la naturaleza por considerar que su filosofar estaba basado en un conjunto de  especulaciones.  En contraposición a ellos utilizaba el método de la medicina, inductivo y empírico. Por otra parte, la finalidad del pensamiento socrático es eminentemente práctica: Sócrates no se preocupaba menos de la salud física, que del bienestar espiritual.
Copia romana de un original de 370 a.C. aprox, mármol Roma. Museo Vaticano 
Para Sócrates la finalidad principal de la filosofía no es hacer a los hombres eruditos, sino más conscientes, aun más, críticamente consciente de sus ideas y de sus acciones. Y hablaba siempre de lo mismo; preguntaba al interlocutor si tenía un concepto claro de sí mismo («Conócete a ti mismo»); si sabía qué cosas eran la verdad y saber; si había penetrado y comprendido los valores del hombre. Sócrates preguntaba: «Qué entiendes tú propiamente por esto? ¿Qué piensas sobre ello? ¿Cómo lo probarías? ¿Miraste las consecuencias que de ahí se sacan y si concuerdan con tus primeras afirmaciones?». Así una y otra vez llegaba a la conclusión de que nadie sabía nada. Este era su método, la mayéutica. De sí mismo afirmaba: «Sólo sé que no sé nada». En esto consistía su ironía. En el fondo, cada hombre se da la luz a sí mismo en un constante esfuerzo por examinarse a sí mismo, dudando de todo aquello  que trata de influir sobre su ser. Y a partir de ese dominio sobre sí mismo entendido como dominio de la razón  sobre los instintos, donde se forma también un nuevo concepto de libertad interior.   Lo que interesaba a Sócrates no era simplemente la independencia con respecto a cualquier norma vigente, sino la eficacia del imperio ejercido por el hombre sobre sí mismo. La autonomía moral en este sentido socrático significaría, por tanto, fundamentalmente, la independencia del hombre con respecto de la parte animal de su naturaleza.
En su teoría de la formación de los conceptos universales nos dice que en nuestro conocimiento partimos de los casos concretos de la experiencia, consideramos estos casos en su peculiaridad, tropezamos con aspectos iguales uniformemente repetidos, y destacamos las notas iguales que hay en ellos. Con ello tenemos un concepto universal (eidós).
Sócrates insistía en preguntar antes qué es, en definitiva esa areté, misma que se funda en el conocimiento; en el conocimiento de sí mismo, en el conocimiento de la verdad sobre las cosas. El bueno es quien sabe, y obra en consecuencia. Para él quien sabe lo que es bueno, lo hace, porque nadie hace mal a sabiendas. Nadie es malo conscientemente, solo lo es por ignorancia. El mal es, entonces, desconocimiento de sí y de la importancia que cada individuo reviste para la comunidad.
Así la virtud es conocimiento. En efecto, en el nivel moral lo que importa no es la mera y pasiva recepción de contenidos morales ya dado, sino la activa toma de consciencia de sí mismos.
La acción ha de ser la consecuencia de la previa reflexión del individuo que dialoga consigo mismo. Es de este dialogo interior, de este razonar con uno mismo que cada vez se accede a la verdad, a lo que es el bien y a lo que debe hacer. Esto es lo que se entiende por el racionalismo socrático  a lo que se accede no es el bien absoluto, sino a un bien concreto, es decir, a un bien que deviene tal en base a la circunstancia en la cual se encuentra el individuo; al variar esta, varía el bien.
En otros términos el saber del cual habla Sócrates y que se obtiene a través  del dialogo, es saber cuándo es correcto hacer tal o cual acto, y es un saber experiencial que no puede ser obtenido en los libros. Este saber es una comprensión que trasforma al hombre en tanto lo hace crecer y madurar a través de las experiencias de la vida.
Socrates nunca se dirige al hombre abstracto, sino a los hombres reales y concretos, invitando a cada quien a darse cuenta de lo que realmente sabe.
Para ser virtuoso cada quien debe ser sí mismo, es decir, por un lado debe realizar bien su propia profesión sabiendo que en esto radica el bien y la contribución del individuo a la comunidad.
Sócrates considera que la ley es lo que permite al hombre conservar su humanidad. Ahora bien, estas leyes son siempre la expresión de un pueblo en un determinado periodo de la historia y expresan precisas relaciones políticas. Sócrates piensa que la reforma de la ley es imposible, pues no se trataría da cambiar una por otra, sino de restaurar el sentido que antes tenía en sí para todos. No se puede proceder desde arriba, porque esto implica el empleo del poder, que es corrupción cuando se tiene, y ofende cuando se padece.
El pensamiento y la forma de actuar de Sócrates la podemos observar en esta corta conversación con uno de sus discípulos.
Maestro, quiero contarle que un amigo suyo estuvo hablando de Ud. con malevolencia.
A lo que Sócrates responde: ¡Espera! ¿Ya pasaste esa información por las barreras?
¿Cuáles barreras? Pregunto el discípulo.
Si, la primera es la VERDAD: ¿ya examinaste cuidadosamente si lo que quieres decirme es verdadero en todos sus puntos?
No… lo he oído decir a unos vecinos…
Pero al menos lo habrás hecho pasar por la segunda barrera, que es la BONDAD: lo que quieres contarme ¿es por lo menos bueno?
No… en realidad no. Al contrario…
Ah, entonces vamos a la última barrera: ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?.
Para ser sincero no, necesario no es.
Entonces, si no es verdad, ni bueno, ni necesario… Sepultémoslo en el olvido.

Referencias
Hirschberger, J. (1997). Historia de la Filosofía I. Barcelona: Herder.
García, C., Álvarez, S., Aranguren, J., Fernández, M., Gómez, J., Granada, M., Liedó, E. y Rico, F. (2002). Historia de la Ética I. Barcelona: Critica.

SÓCRATES
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio 
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio

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