Los
mitos y ritos del Centro de México y los de los mayas nos permiten comprender
la ideología del sacrificio humano y desentrañar sus múltiples niveles de
significación. En la base de todo está la noción de deuda. Una criatura debe la
vida, y todo lo que hace posible vivir, a sus creadores. Debe reconocerlo y
pagar su deuda, tlaxtlaua en náhuatl,
mediante el ofrecimiento de incienso, tabaco, alimentos, o incluso su propia
sangre, lo que representa una obligación mayor según un mito mixteco.
Los
primeros sacrificios fueron los de los mismos dioses. Los hijos de la pareja primigenia
cometieron una transgresión al crear o quitar la vida sin permiso de sus padres,
igualándose así con ellos, que son los dueños de la vida por excelencia, siendo
este un motivo arquetipal, mismo que podemos observar en el mito griego de Prometeo. Los mayas cuentan que
Itzamná e Ixchel tuvieron 13 hijos y que algunos de ellos “se ensoberbecieron”
queriendo “hacer creaturas contra la voluntad de del padre y madre, pero no
pudieron…” los hijos menores, Hunchuén
y Hunahau, en cambio: “pidieron licencia
a su padre y madre para hacer criaturas; concediénronsela, diciéndoles que saldrían
con ello porque se habían humillado”.
Los
dioses transgresores, expulsados del cielo, son enviados a la tierra, a las
tinieblas; de ligeros que eran, se vuelven pesados, materiales. Crean hombres a
su servicio, pero no les gusta mucho vivir en la tierra con los hombres. Para
obtener de nuevo la vida sin fin en el paraíso perdido, dos de ellos se echan al fuego, destruyendo
así su pesado cuerpo. Como la vida puede renacer de la muerte, vencer a la muerte
en el inframundo, emergen como el Sol y la Luna y son acogidos por sus padres
satisfechos. Reconquistan el paraíso perdido, pero sólo en parte, porque cada
vez que transcurre una era, se vuelven más pesados y necesitan ser vivificados.
Al mismo tiempo, ellos mismos se vuelven los “más allá” felices para los beneméritos:
los guerreros van a la “casa del Sol” y otros, los elegidos por Tláloc, al “Tlalocan en la Luna”. Los otros dioses exiliados también deben
aligerarse para dejar la Tierra y regresar con sus padres. De acuerdo con
algunas versiones mexicas, deben ofrecer sus corazones y su sangre para
alimentar al Sol.
En cuanto a las criaturas de la Tierra, son mortales porque son pesadas y telúricas, pero ellas también son responsables de haber cometido transgresiones. Según los mayas quichés, los animales, primero, y los hombres de lodo y los hombres de madera, después, fueron condenados al sacrificio o a morir porque no reconocían a sus creadores ni podían pronunciar sus nombres. En lo esencial, el sacrificio humano era expiación y un medio de destruir el cuerpo-materia para sobrevivir después de la muerte. Se trataba también de un medio para alimentar a los dioses y vitalizarlos, aunque esto también podía hacerse con animales u otras comidas, como incienso, hierbas, flores, etc.
Además
del sacrificio de guerreros había también el de imágenes o representantes, ixiptlas, de los dioses, por lo común
esclavos que recibían un baño ritual; niños (para los dioses de las lluvias y
de los montes); muchachas nobles; condenados por diversos crímenes;
voluntarios, etc. Así, estas víctimas “eran” los dioses, que morían a través de
ellos para renacer más fuerte y rejuvenecidos. Sin embargo, debe subrayarse que
muchos de los dioses eran ellos mismos ixiptlas
de otra cosa: el agua, la tierra, el fuego, el maíz, los astros, etc.; tal
vez eran éstos, ante todo, los que eran regenerados y vivificados.
Los
dioses morían a través de las víctimas humanas y lo mismo ocurría con los
sacrificantes, los que ofrecían a la víctima, ya fuera un guerrero cautivo, un
esclavo comprado o un hijo. Al morir simbólicamente a través de su víctima, el
sacrificante aumentaba su fuego interno, se aliviaba y obtenía una existencia
feliz después de la muerte.
Referencia
Graulich, M. (2003). El Sacrificio Humano en Mesoamérica. México: Arqueología Mexicana.
Vol. XI. Núm. 63.
IDEOLOGÍAS DEL SACRIFICIO HUMANO EN MESOAMÉRICA
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio
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