miércoles, 1 de octubre de 2014

Historia de España - Don Pelayo

Este personaje es considerado el fundador y primer monarca del reino de Asturias. Fue Don Pelayo quien frenó la expansión de los musulmanes hacia el norte de Hispania.
Su origen es controvertido y según la historiografía moderna inicia la Reconquista en la antigua provincia Asturiensis.
La existencia de este ducado es aceptada por los historiadores del reino visigodo, la novedad es que Pelayo podría ser hijo del Dux Asturiensis, Fafila: la Crónica Albeldense, redactada en Oviedo en tiempos del rey asturiano Alfonso III el Magno, dice que el Dux Fafila o Favila, era el padre de Pelayo y que fue muerto a manos de Witiza, rey de los visigodos asociado al trono hacia el 694 y reinó conjuntamente regni concordia desde su unción el 15 de noviembre del 700, hasta finales de 702 o 703, en que falleció su padre Égica.
De esta forma se explicarían muchos particulares acerca del origen de reino de Asturias y acerca de Pelayo. Se sabe que los duques eran, en los últimos tiempos del reino visigodo «cabezas de redes de dependencias protofeudales en sus ducados». Así se explica por qué Pelayo buscó refugio en Asturias, entre la clientela de su padre, cuando Witiza, el asesino de Fafila, empuña el cetro real, huyendo de Witiza, no de los musulmanes.
La misma existencia de una provincia Asturiense reduce considerablemente las posibilidades para el posible ducado de Favila: no podía ser el de Gallaecia ni tampoco el de Cantabria porque Pelayo hubiera buscado refugio en aquellas tierras y no entre los astures, con los clientes de su padre, astures que no son otros que los habitantes de la Asturiensis. Así la resistencia de Pelayo sería la de un antiguo núcleo del reino de Toledo: el levantamiento y la resistencia finalmente triunfa de una de sus provincias contra el poder musulmán. Estas provincias, en manos de sus duques, experimentaban una tendencia centrifuga, protofeudal, en los últimos tiempos de la monarquía visigoda, y de no haber existido la invasión musulmana, se habría consumado seguramente la disgregación del reino.
Las primeras incursiones árabes en el norte fueron las de Muza entre los años 712 y 714. Entró en Asturias por el puerto de Tarna, remontó el río Nalón y tomó Lucus Asturum (Santa María de Lugo de Llanera) y luego Gijón, donde dejó a cargo al gobernador Munuza. Las familias dominantes del resto de las ciudades asturianas capitularon y probablemente también la familia de Pelayo.
En el 712 Toledo se rinde sin oponer resistencia y Don Pelayo abandonó la capital con sus hombre escoltando a Urbano, arzobispo de Toledo, quien custodiaba las sagradas reliquias cristianas. Se establece en la cornisa cantábrica y su primera labor es intentar atraer a su causa a los bravos montañeses. Los astures y cántabros viví­an en clanes dispersos por las montañas con un gran sentido de la independencia (demostrado ampliamente frente a los romanos).
Tras la llegada en el año 714 de la expedición de Muza a Asturias, el jefe bereber Mnuza o Munuza fue encargado de las tropas y la administración de la mitad norte peninsular, asentándose al frente de una guarnición musulmana en Gijón, mientras otras aseguraban el territorio, y otras atacaban a los últimos restos de resistencia. Las familias más importantes de la aristocracia astur, entre ellas la de Pelayo, enviaron rehenes a Córdoba para garantizar la capitulación.
En 718 tuvo lugar una primera rebelión encabezada por Pelayo, que fracasó. Pelayo fue detenido y enviado a Córdoba. Sin embargo, consiguió escapar y volver a Asturias, donde encabezó una segunda sublevación y se refugió en las montañas de Covadonga y Cangas, donde se mantenía la resistencia.
Tras unos años de mutuo hostigamiento, durante el gobierno de Anbasa (722) Munuza envió al general Al Qama quien dirige sus tropas al refugio de Pelayo en Piloña. El líder astur y sus hombres se refugiaron en el Monte Auseva, donde esperaron a las tropas musulmanas, mientras que Munuza ordenaba refuerzos desde la meseta para acabar con la resistencia. Allí les tendieron una emboscada al destacamento musulmán, el cual fue aniquilado. Esta acción bélica se conoce como la Batalla de Covadonga. Después de la batalla, el gobernador militar al mando de la mitad norte de la península Ibérica, Munuza, que tenía como base Gigia (actual Gijón), intentó escapar de Asturias y alcanzar la seguridad de sus posiciones en la meseta, pero fue dado alcance y muerto junto con su séquito y sus tropas en un valle del centro de Asturias.
Sin embargo, el triunfo de la revuelta no llevó a Pelayo a establecer su corte en Gijón, que era la ciudad más importante de la Asturias bajoimperial, sino que se asentó en Cangas de Onís, situada en las estribaciones de los Picos de Europa: lo inseguro de su situación hacía aconsejable refugiarse en un territorio montañoso que fuera poco accesible para las aceifas musulmanas. Pero una vez que décadas más tarde se consolidara el Reino, la sede regia fue trasladada sucesivamente a Pravia por el rey Silo, esposo de Adosinda, nieta de Pelayo, y, posteriormente, a Oviedo.
El rey don Pelayo falleció en Cangas de Onís, donde tenía su corte, en el año 737. Después de su defunción, su cadáver recibió sepultura en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, situada en la localidad asturiana de Abamia, en la que previamente había sido sepultada su esposa, la reina Gaudiosa. En el lado del Evangelio de dicha iglesia, se conserva en la actualidad el sepulcro, vacío, que contuvo los restos del rey, y enfrente, colocado en el lado de la Epístola, se encuentra el que contuvo los restos de la esposa de don Pelayo. El cronista Ambrosio de Morales dejó constancia en su obra de que Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, ordenó trasladar los restos del rey don Pelayo y los de su esposa a la Santa Cueva de Covadonga.

DON PELAYO
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio

No hay comentarios:

Publicar un comentario