Para los árabes una ciudad
era un lugar donde los mercaderes y los artesanos trabajaban, los eruditos
estudiaban y enseñaban, los gobernantes concedían audiencias protegidos por sus
soldados, los jueces administraban justicia, los aldeanos y los habitantes del
desierto venían a vender su producción y a comprar lo que necesitaban. La
estructura de la ciudad tenía que adaptarse a todas estas necesidades.
En la medina que estaba en el corazón de todas las grandes ciudades había
dos tipos de complejos edificios. Uno de ellos incluía la principal mezquita, un lugar de reunión y estudio,
así como de oración. Cerca de la mezquita estaba la casa o tribunal del
principal cadí, las escuelas
superiores y las tiendas de los que vendían libros, o velas, u otro objeto de
devoción; también podía estar allí el templo de un santo. El otro complejo
incluía el mercado central o zoco.
La zona del mercado estaba
consagrada principalmente al intercambio; gran parte de ella, sobre todos los
lugares donde se guardaban artículos valiosos, estaba cerrada y vigilada por la
noche. Los mercaderes más adinerados y los eruditos podían vivir cerca de este
sector, pero la mayoría de la población residía fuera del centro, en los
barrios residenciales, cada uno de los cuales era un conglomerado de
callejuelas y callejones sin salida que se abrían alrededor de una calle
principal; en ciertos periodos, los barrios tenían puertas, y era posible
cerrarlas y vigilarlas por la noche. Un barrio podía tener su mezquita, su iglesia
o sinagoga, su mercado filial (suwaiqa)
que satisfacía las necesidades cotidianas, y quizá sus baños públicos (hammam).
Referencia
Houraní, A. (2010). La Historia de los Árabes. Barcelona:
Zeta.
LA CIUDAD
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio
LA CIUDAD
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio
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