jueves, 9 de enero de 2014

Antropología Filosófica – Platón

La filosofía platónica se caracteriza por un rasgo peculiar: unifica en sí las distintas corrientes previas del pensamiento. Platón logró crear un nuevo y original sistema de tal universalidad que antes no había sido alcanzado.
Cuatro son las tendencias filosóficas más importantes que se encuentran en la obra de Platón: la de Heráclito, la de los pitagóricos, los eleatas y la de su maestro Sócrates. Con respecto a Heráclito y su doctrina del todo fluye, parecía negar el conocimiento de objetos fijos. La tarea de Platón fue la de retomar esta posibilidad y en esto la enseñanza socrática fue muy significativa. Pero en este terreno se inserta bien pronto la influencia de los pitagóricos, que introdujo en la filosofía de Platón el dualismo tanto en su metafísica como en su concepto del hombre. Por otra parte, el rol de intermediario entre el mundo sensible y el inteligible que Platón concede a la matemática también es de raigambre pitagórica. Finalmente, el problema de lo que es esencial, permanente e inmutable debía conducir a Platón donde los eleatas, en particular Parménides, quien declaraba que el mundo de los sentidos era simple apariencia.
El conflicto de Sócrates y de Atenas fue el drama de Platón, a partir del cual modela toda su filosofía. Reconsiderando cada vez en sus obras el problema de las condiciones culturales que llevaron a su ciudad a la situación de decadencia y crisis política. Platón intentó bosquejar la solución a dicha crisis, subrayando la descomposición de la polis.
De esta forma, la enseñanza socrática en torno a la ética se relaciona con el problema político, indicándose en la recuperación de la tradición el camino para superar la desintegración del tejido social. Construir una nueva civilización sobre la base de la civilización anterior fue entonces una de las grandes tareas a las cuales se entregó Platón.
Platón considera que un estado no puede manejarse sobre la base de opiniones subjetivas y variables, en fin, sobre los intereses de los particulares. La filosofía es la disciplina llamada a investigar cuáles han de ser las condiciones necesarias para el ejercicio de la justicia, de lo que ha de entenderse por tal cosa en el seno de la vida pública y privada.
Platón se dirige en contra de algunos sofistas, en cuanto éstos afirmaban que la persuasión fundada sobre la opinión era de por sí suficiente para el manejo del Estado. Esto tenía como consecuencia la imposibilidad de diferenciar la retorica, en tanto arte del discurso persuasivo, de la dialéctica, como capacidad de pensar correctamente.
Según Platón, la retorica de los sofistas produce sólo creencias sin ningún valor científico, cuya finalidad es principalmente la de obtener el éxito político inmediato. La dialéctica, por su parte, utiliza un método parecido al matemático, manejando las premisas del discurso, a través de la refutación socrática, de forma correcta.
Para Platón lo que permite la definición de una cosa es el ser mismo de la cosa, su esencia, aquello sin lo cual la cosa no será lo que es, es decir su éidos (idea).
Estas ideas trascienden las cosas sensibles, siendo más bien modelos o arquetipos que recogen en una unidad un complejo de aspectos diversos, y por medio de los cuales se pueden definir las cosas con el empleo de un solo nombre. La idea no debe, entonces, ser entendida como una simple representación o imagen que la mente se forma de las cosas sensibles, algo así como un reflejo de impresiones sensibles, pues cada idea, en tanto modelos, son lógicamente anteriores a las cosas mismas.
Estas ideas no pertenecen al mundo sensible, puesto que en él el sujeto se encuentra siempre condicionado y limitado por los sentidos que Platón considera como imprecisos y vagos, en todo caso, como aproximaciones muy débiles a la realidad y a la verdad.
Así, pues, sólo superando la sensibilidad, accediendo a la idea, se podrá obtener el conocimiento verdadero.
Para Platón el cuerpo es la cárcel del alma; en cambio, cuando el hombre se distancia de la corporalidad y de sus limitaciones, comienza a dialogar con el alma; entonces logra encontrar en su alma aquellas ideas que le permiten conocer. Esto implica una existencia anterior del alma, durante la cual ella ha contemplado las ideas que ahora avizora en las copias  de las cosas sensibles. Por lo tanto su existencia previa antes de la vida, como su continuación después de la muerte, nos habla de su inmortalidad pues es anterior a todos los cuerpos y se va encarnando en cada uno de ellos trasmigrando en diversas vidas.
La filosofía, para Platón, posee una función no solo determinante para la vida de las personas, sino también para la realización de la justa manera de convivir dentro del Estado.
En el caso del conocimiento este se desarrolla según una línea dividida en dos segmentos, uno representa la esfera de la opinión (doxa), y en el otro el de la  ciencia (epísteme). A su vez, cada segmento se divide en dos, según los grados del conocimiento del cual el hombre es capaz. El nivel más bajo –en el seno de la opinión- está representado por el hombre que toma las imágenes por las cosas reales (primer grado, eikasía o imaginación). Pero si el hombre se percata de que lo que antes consideraba real no es sino imagen de las cosas reales. Haciéndolo tendrá fe (pístis, segundo nivel del conocimiento) en la existencia de cosas al lado de cosas: es éste el mundo que la mayoría cree real, aquel que aparece a la sensibilidad. Quien sea capaz de salir del mundo de lo sensible, penetra al mundo de la ciencia. Es éste el momento de la dianoia (discurso intelectivo): es el conocimiento que –como la matemática- se vale de figuras sensibles, pero que sabe que el razonamiento no se encuentra ligado a la materialidad de la figura particular, sino que vale para todas las figuras que tienen las características en sí. El último nivel del conocimiento será aquel que logrará liberarse de toda referencia a las imágenes sensibles y contemplara las ideas en sí mismas. Es el momento más alto del conocer, la intelección (noesis).
Las ideas están todas sometidas a la idea de bien que no es una idea entre ideas, sino la idea de las ideas. La ciencia del bien y la filosofía son una. Constituyendo un todo organizado que debe ser objeto de estudio de la dialéctica, misma que capta los nexos existentes entre las ideas, las divides y las reúne, siendo el arte de desarrollar el conocimiento científico para conocer la verdadera realidad.
La dialéctica es no solo la manera a través de la cual se accede a la estructura de lo real, sino que sirve también para superar el problema de la multiplicidad y su conversión en unidad. Adicionalmente tiene un elevado significado moral, no es solamente un proceso meramente conceptual o cognitivo, sino que es al mismo tiempo una aspiración del alma hacia el mundo inteligible: en fin, la filosofía es también un desarrollo, un experimentar para mejorar la vida.
En su teoría del eros Platón tiende un puente entre lo irracional y lo racional. En efecto, sin el impulso y el entusiasmo  de las fuerzas irracionales, jamás será posible alcanzar la cumbre de aquella trasfiguración suprema que se logra en la contemplación de lo bello. Eros pretende ser una fuerza educadora, ya que busca un desarrollo integrar de la persona. Al respecto la salud es entendida como equilibrio armónico de las fuerzas en juego, mientras que la enfermedad es precisamente la pérdida o perturbación de dicho equilibrio. Por lo tanto el hombre debe cuidarse del exceso, pues este absorbe a tal punto las fuerzas del hombre que no le deja espacio para otras realizaciones de igual importancia.
Eros, a través de un proceso dialectico se desprende de la esclavitud de las pasiones y contempla la belleza en su forma más pura. Esto no quiere decir que se trata de negar o reprimirlos instintos básicos, sino de mantenerlos en un orden justo para que todos los impulsos puedan realizarse sin perjudicarse los unos y los otros.
Por otra parte, lo bello y lo bueno no son más que dos aspectos de una misma realidad que el lenguaje funde en la palabra kalokagathía, principio supremo de toda voluntad y conducta humana.
En su concepción dualista del hombre, el alma o mente es una entidad no material que puede existir separada del cuerpo y al igual que Sócrates piensa que el hombre es lo más importante en el mundo concibiéndolo como un animal social. Para Platón la persona individual no es autosuficiente, pues tiene muchas necesidades que no puede satisfacer por sí sola. Así, el individuo accede a la sociedad y produce la división del trabajo, organización social que permite tener el suficiente tiempo para el desarrollo de la propia persona.
En esta vida social, conocer el bies es ir más allá de la perspectiva privada, significa comprender lo que es útil para todos, el bien común y público, en fin conocer la justicia. Siendo la justicia diferente de las restantes virtudes, en tanto ella tiene como fin la armonía de esas otras virtudes como la sabiduría, la valentía y la prudencia. De esta manera, la tarea de la justicia es la de hacer no sólo que los particulares sean justos, sino que el Estado mismo lo sea.
Más concretamente, se trata de realizar la armonía de las funciones de las tres clases de ciudadanos que habitan la ciudad y que corresponden a las tres partes del alma. Estas clases son: la de los gobernantes o filósofos que se corresponde con la parte racional del alma y que tiene como virtud especifica la sabiduría; la de los guerreros, que tiene su contraparte en el alma irascible y cuya virtud es la valentía; y la clase de los artesanos, a quien corresponde la parte concupiscible del alma y la virtud de la prudencia o moderación.

Referencias
Hirschberger, J. (1997). Historia de la Filosofía I. Barcelona: Herder.
García, C., Álvarez, S., Aranguren, J., Fernández, M., Gómez, J., Granada, M., Liedó, E. y Rico, F. (2002). Historia de la Ética I. Barcelona: Critica.

PLATÓN
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio

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