La filosofía platónica se
caracteriza por un rasgo peculiar: unifica en sí las distintas corrientes
previas del pensamiento. Platón logró crear un nuevo y original sistema de tal
universalidad que antes no había sido alcanzado.
Cuatro son las tendencias
filosóficas más importantes que se encuentran en la obra de Platón: la de
Heráclito, la de los pitagóricos, los eleatas y la de su maestro Sócrates. Con
respecto a Heráclito y su doctrina del todo fluye, parecía negar el
conocimiento de objetos fijos. La tarea de Platón fue la de retomar esta
posibilidad y en esto la enseñanza socrática fue muy significativa. Pero en
este terreno se inserta bien pronto la influencia de los pitagóricos, que
introdujo en la filosofía de Platón el dualismo tanto en su metafísica como en
su concepto del hombre. Por otra parte, el rol de intermediario entre el mundo
sensible y el inteligible que Platón concede a la matemática también es de
raigambre pitagórica. Finalmente, el problema de lo que es esencial, permanente
e inmutable debía conducir a Platón donde los eleatas, en particular Parménides,
quien declaraba que el mundo de los sentidos era simple apariencia.
El conflicto de Sócrates y
de Atenas fue el drama de Platón, a partir del cual modela toda su filosofía.
Reconsiderando cada vez en sus obras el problema de las condiciones culturales
que llevaron a su ciudad a la situación de decadencia y crisis política. Platón
intentó bosquejar la solución a dicha crisis, subrayando la descomposición de
la polis.
De esta forma, la enseñanza
socrática en torno a la ética se relaciona con el problema político,
indicándose en la recuperación de la tradición el camino para superar la
desintegración del tejido social. Construir una nueva civilización sobre la
base de la civilización anterior fue entonces una de las grandes tareas a las
cuales se entregó Platón.
Platón considera que un
estado no puede manejarse sobre la base de opiniones subjetivas y variables, en
fin, sobre los intereses de los particulares. La filosofía es la disciplina
llamada a investigar cuáles han de ser las condiciones necesarias para el
ejercicio de la justicia, de lo que ha de entenderse por tal cosa en el seno de
la vida pública y privada.
Platón se dirige en contra
de algunos sofistas, en cuanto éstos afirmaban que la persuasión fundada sobre
la opinión era de por sí suficiente para el manejo del Estado. Esto tenía como
consecuencia la imposibilidad de diferenciar la retorica, en tanto arte del
discurso persuasivo, de la dialéctica, como capacidad de pensar correctamente.
Según Platón, la retorica de
los sofistas produce sólo creencias sin ningún valor científico, cuya finalidad
es principalmente la de obtener el éxito político inmediato. La dialéctica, por
su parte, utiliza un método parecido al matemático, manejando las premisas del
discurso, a través de la refutación socrática, de forma correcta.
Para Platón lo que permite
la definición de una cosa es el ser mismo de la cosa, su esencia, aquello sin
lo cual la cosa no será lo que es, es decir su éidos (idea).
Estas ideas trascienden las
cosas sensibles, siendo más bien modelos o arquetipos que recogen en una unidad
un complejo de aspectos diversos, y por medio de los cuales se pueden definir
las cosas con el empleo de un solo nombre. La idea no debe, entonces, ser
entendida como una simple representación o imagen que la mente se forma de las
cosas sensibles, algo así como un reflejo de impresiones sensibles, pues cada
idea, en tanto modelos, son lógicamente anteriores a las cosas mismas.
Estas ideas no pertenecen al
mundo sensible, puesto que en él el sujeto se encuentra siempre condicionado y
limitado por los sentidos que Platón considera como imprecisos y vagos, en todo
caso, como aproximaciones muy débiles a la realidad y a la verdad.
Así, pues, sólo superando la
sensibilidad, accediendo a la idea, se podrá obtener el conocimiento verdadero.
Para Platón el cuerpo es la
cárcel del alma; en cambio, cuando el hombre se distancia de la corporalidad y
de sus limitaciones, comienza a dialogar con el alma; entonces logra encontrar
en su alma aquellas ideas que le permiten conocer. Esto implica una existencia
anterior del alma, durante la cual ella ha contemplado las ideas que ahora
avizora en las copias de las cosas
sensibles. Por lo tanto su existencia previa antes de la vida, como su
continuación después de la muerte, nos habla de su inmortalidad pues es
anterior a todos los cuerpos y se va encarnando en cada uno de ellos
trasmigrando en diversas vidas.
La filosofía, para Platón,
posee una función no solo determinante para la vida de las personas, sino
también para la realización de la justa manera de convivir dentro del Estado.
En el caso del conocimiento
este se desarrolla según una línea dividida en dos segmentos, uno representa la
esfera de la opinión (doxa), y en el
otro el de la ciencia (epísteme). A su vez, cada segmento se
divide en dos, según los grados del conocimiento del cual el hombre es capaz.
El nivel más bajo –en el seno de la opinión- está representado por el hombre
que toma las imágenes por las cosas reales (primer grado, eikasía o imaginación). Pero si el hombre se percata de que lo que
antes consideraba real no es sino imagen de las cosas reales. Haciéndolo tendrá
fe (pístis, segundo nivel del conocimiento) en la existencia de cosas al lado
de cosas: es éste el mundo que la mayoría cree real, aquel que aparece a la
sensibilidad. Quien sea capaz de salir del mundo de lo sensible, penetra al
mundo de la ciencia. Es éste el momento de la dianoia (discurso intelectivo): es el conocimiento que –como la
matemática- se vale de figuras sensibles, pero que sabe que el razonamiento no
se encuentra ligado a la materialidad de la figura particular, sino que vale
para todas las figuras que tienen las características en sí. El último nivel
del conocimiento será aquel que logrará liberarse de toda referencia a las
imágenes sensibles y contemplara las ideas en sí mismas. Es el momento más alto
del conocer, la intelección (noesis).
Las ideas están todas
sometidas a la idea de bien que no es una idea entre ideas, sino la idea de las
ideas. La ciencia del bien y la filosofía son una. Constituyendo un todo
organizado que debe ser objeto de estudio de la dialéctica, misma que capta los
nexos existentes entre las ideas, las divides y las reúne, siendo el arte de
desarrollar el conocimiento científico para conocer la verdadera realidad.
La dialéctica es no solo la
manera a través de la cual se accede a la estructura de lo real, sino que sirve
también para superar el problema de la multiplicidad y su conversión en unidad.
Adicionalmente tiene un elevado significado moral, no es solamente un proceso
meramente conceptual o cognitivo, sino que es al mismo tiempo una aspiración
del alma hacia el mundo inteligible: en fin, la filosofía es también un
desarrollo, un experimentar para mejorar la vida.
En su teoría del eros Platón tiende un puente entre lo
irracional y lo racional. En efecto, sin el impulso y el entusiasmo de las fuerzas irracionales, jamás será
posible alcanzar la cumbre de aquella trasfiguración suprema que se logra en la
contemplación de lo bello. Eros pretende ser una fuerza educadora, ya que busca
un desarrollo integrar de la persona. Al respecto la salud es entendida como
equilibrio armónico de las fuerzas en juego, mientras que la enfermedad es
precisamente la pérdida o perturbación de dicho equilibrio. Por lo tanto el
hombre debe cuidarse del exceso, pues este absorbe a tal punto las fuerzas del
hombre que no le deja espacio para otras realizaciones de igual importancia.
Eros, a través de un proceso
dialectico se desprende de la esclavitud de las pasiones y contempla la belleza
en su forma más pura. Esto no quiere decir que se trata de negar o reprimirlos
instintos básicos, sino de mantenerlos en un orden justo para que todos los
impulsos puedan realizarse sin perjudicarse los unos y los otros.
Por otra parte, lo bello y
lo bueno no son más que dos aspectos de una misma realidad que el lenguaje
funde en la palabra kalokagathía,
principio supremo de toda voluntad y conducta humana.
En su concepción dualista
del hombre, el alma o mente es una entidad no material que puede existir
separada del cuerpo y al igual que Sócrates piensa que el hombre es lo más
importante en el mundo concibiéndolo como un animal social. Para Platón la
persona individual no es autosuficiente, pues tiene muchas necesidades que no
puede satisfacer por sí sola. Así, el individuo accede a la sociedad y produce
la división del trabajo, organización social que permite tener el suficiente
tiempo para el desarrollo de la propia persona.
En esta vida social, conocer
el bies es ir más allá de la perspectiva privada, significa comprender lo que
es útil para todos, el bien común y público, en fin conocer la justicia. Siendo
la justicia diferente de las restantes virtudes, en tanto ella tiene como fin
la armonía de esas otras virtudes como la sabiduría, la valentía y la prudencia.
De esta manera, la tarea de la justicia es la de hacer no sólo que los
particulares sean justos, sino que el Estado mismo lo sea.
Más concretamente, se trata
de realizar la armonía de las funciones de las tres clases de ciudadanos que
habitan la ciudad y que corresponden a las tres partes del alma. Estas clases
son: la de los gobernantes o filósofos que se corresponde con la parte racional
del alma y que tiene como virtud especifica la sabiduría; la de los guerreros,
que tiene su contraparte en el alma irascible y cuya virtud es la valentía; y la
clase de los artesanos, a quien corresponde la parte concupiscible del alma y
la virtud de la prudencia o moderación.
Referencias
Hirschberger, J. (1997). Historia de la Filosofía I. Barcelona:
Herder.
García, C., Álvarez, S.,
Aranguren, J., Fernández, M., Gómez, J., Granada, M., Liedó, E. y Rico, F.
(2002). Historia de la Ética I.
Barcelona: Critica.
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio
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