Nació en la ciudad de
Mérida, Venezuela, el 26 de enero de 1901. Contrario al régimen dictatorial de
Juan Vicente Gómez, huye a Santiago de Chile, donde se gradúa de profesor de
Historia y luego obtiene el Doctorado en Filosofía y Letras. Regresa a
Venezuela en 1936, donde inicia su labor como docente y escritor. Se destaca
por sus ensayos históricos, de crítica literaria y sobre la historia cultural
de Hispanoamérica, los cuales lo hicieron merecedor de ser considerado como «El
mayor ensayista del Siglo XX en lengua castellana». Junto con Rómulo Betancourt, Alberto Ravell y Luis Beltren Prieto Figueroa fundan la Organización Venezolana (ORVE) en 1936. Funda el Instituto Pedagógico de Caracas (1936), la Revista Nacional de Cultura (1939), la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad Central de Venezuela (1946), creador del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (1963). Se recibió como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia en 1947. Premio Nacional de Literatura (compartido con Arturo Uslar Pietri) en 1952. Muere en Caracas el 1 de enero de 1965.
Mariano Picón Salas estaba
convencido de la necesidad de abordar una
historia cultural de Hispanoamérica a partir de la necesidad de “esclarecer
la conciencia de lo que somos”, puesto que para él la historia era para “entender
el pasado y definir las circunstancias y presiones en que vivimos y no para
flotar en la borrasca de los hechos confusos; historia para esclarecer la
conciencia de lo que somos”. Estas reflexiones son producto de que desde finales del siglo XIX hasta principios del
siglo XX, aproximadamente entre 1880 y 1930. A partir de la tercera década del
siglo pasado surge una nueva reflexión sobre la historia y la identidad hispanoamericanas
que traspasa la cultura regional. Modernidad y cosmopolitismo son dos términos
que designan el mismo lapso inicial en la historia de la cultura
hispanoamericana propia. Como período que abarca el modernismo a partir de 1880
y al vanguardismo que lo continúa en los años de 1920.
Al respecto Mariano Picón Salas
explica: “los grandes escritores del modernismo conocieron otra época distinta
y se alimentaron de fábulas y mitos que ya no serían nuestros”, sin embargo
como historiador comprende el momento y explica que “queríamos ser hombres de
nuestra época y nos lanzábamos al naufragio de esta civilización, con la
inconsciencia de quienes no tienen pasado. Nuestro nomadismo intelectual iba
por todos los caminos sin detenerse en ninguno”. Esta opinión era compartida
por el mexicano Octavio Paz quien señalo explícitamente que a fines del siglo
XIX la literatura hispanoamericana dejó de ser un reflejo de la española, con
cuya tradición rompieron bruscamente los poetas modernistas. El modelo
peninsular se aferraba a su pasado tradicional, y los modernistas
hispanoamericanos se encaminaron a buscar el presente en otras metrópolis. De
ahí que Paz los considera también una “generación de desterrados”.
Ante esta necesidad de
voltear la mirada hacia nosotros mismos el peruano José Carlos Mariátegui en
1925, se preguntaba si existía un “pensamiento hispanoamericano”. A lo que
responde: “Todos los pensadores de nuestra América se han educado en una
escuela europea. No se siente en su obra el espíritu de la raza. La producción
intelectual del continente carece de rasgos propios”.
Mariano Picón Salas definía el
patrón cultural aceptado para su momento como una “Cultura como elemento
estático, transmisible de generación en generación con idéntica dosis y
contenido”; más aún: “Cultura amurallada y firme en sus categorías aristotélicas o su
clasificación baconiana”, que estaba siendo transmitida por una “universidad
expositiva y de ningún tiempo”, es decir, una universidad sin conciencia de su
momento histórico o, acaso, comprometida con un tiempo obsoleto.
Mientras que para él la
“cultura en permanente formación”, era el modelo a seguir, una categoría
enfrentada al concepto de Cultura no renovable de la tradición española, la “cultura
amurallada”.
El escritor considera que “La
cultura es la forma que extrae y elabora de su propia existencia histórica cada
pueblo, cada raza; comienza en el momento en que lo que fue inorgánico se torna
orgánico, lo informe adquiere forma, y sube a la luz de una conciencia radiosa
hasta lo que fue instinto u oscuro retorcer subconsciente”
Mariano Picón Salas nos dice
que: “El destino de América se suele mirar bajo la forma de dos mitos que me
parecen igualmente peligrosos. Uno es el mito romántico de los que creen que la
Cultura surge como la gracia, especie de don divino caído del cielo. Otros
confunden –y son los más- la Cultura con el progreso material y con la obra de
tecnificación que manos y capitales extranjeros realizan en nuestras ciudades
suramericanas Pero una Cultura no se hace de inspiración o de abandono
mesmérico, sino de voluntad y propósito”. Así la Cultura no surge como la
gracia o de revelaciones divinas, no es una profecía; tampoco es progreso
material, ni tecnificación, ni se debe a capitales financieros de inversión: “es
producto de voluntad y propósito”.
En su libro De la Conquista a la Independencia. Tres
siglos de Historia Cultural Hispanoamericana, publicado en 1944, se
pregunta “Como se forja la cultura hispano-americana; qué ingredientes
espirituales desembocan en ella, qué formas europeas se modifican al contacto
del Nuevo Mundo, y cuáles brotan del espíritu mestizo”
Para luego en su obra Comprensión de Venezuela (1949) explicarnos
que “una Cultura de impresiones y retazos no
soldados y flotantes en nuestra realidad histórica extravía más que dirige al
alma venezolana en la búsqueda de comprensión de sus propios fines”, por lo que
para él ”toda autentica Educación, como autentica Cultura, solo tiene valor en
cuanto se elabora en las profundidades del ser, en cuanto surge como voluntad y
necesidad interna más que como mecánica imitación de lo que viene de fuera. Su
carácter foráneo, inadaptado, es el mayor obstáculo que pesa sobre nuestro
régimen educativo”.
En Regreso de tres mundos. Un hombre de su generación (1959) nos dice: “Cada
hombre, cada generación, debe encontrarse con sus propios reveses y liberar su
peculiar apuesta con el destino”. Por lo que para Mariano Picón Salas hay dos
momentos en nuestra independencia. El primero, a fines del siglo XVIII, que
impulso la independencia política, y el segundo, a fines del siglo XIX, que
inicio la independencia intelectual y cultural, donde “lo extranjero también
sirvió para descubrir lo nacional”.
Referencia
Rivera-Rodas, O. (2011). Picón Salas: Historia de la cultura y
cosmopolitismo. Caracas: Fundación Celarg.
MARIANO PICÓN SALAS Y LA CULTURA
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
MARIANO PICÓN SALAS Y LA CULTURA
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
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