miércoles, 24 de junio de 2015

Antropología Filosófica - Los Sofistas

Los sofistas tienen el gran valor de ser los primeros maestros de la cultura occidental. Son los primeros que se preocupan por la formación retórica de los ciudadanos para la vida pública.
Son los sofistas los encargados de democratizar el saber. Hasta entonces, la sabiduría estaba aristocratizada: Heráclito guardaba sus libros en un templo para que no cayera en manos del vulgo; el orfismo sólo purificaba a los iniciados en este culto; los pitagóricos sólo revelaban sus secretos matemáticos a los que antes habían sido ya «acusmáticos»; y Platón destacará por sus ideas aristocráticas. Sin embargo, en las guerras médicas han luchado contra los persas todas las clases sociales, y esto ha determinado un cambio en las estructuras políticas: se ha pasado de la oligarquía aristocrática a la democracia. Además ha surgido una burguesía adinerada, que quiere saber. Por tanto, debe haber un cambio paralelo en la educación, y ese cambio lo realizaron los sofistas. Así harán posible el esplendor de «siglo de Pericles» en Grecia.
Durante el siglo V, Atenas victoriosa de sus guerras contra el Imperio Persa, se benefició de una revolución económica y se desarrollaron en ella las instituciones democráticas. La igualdad ante la ley y la posibilidad de acceder a altos cargos políticos apoyándose en los propios méritos hicieron de la ateniense una sociedad abierta. Ello trajo consigo un tipo de educación que los sofistas (maestros del saber) de antes –o sea, los poetas, rapsodas, adivinadores- no podían proporcionar. Los nuevos sofistas, Protágoras, Geogias y otros, hombres de formación universal, con experiencia de los entresijos políticos de ciudades y colonias e impenitentes viajeros, dieron forma al ideal educativo renovador. Sus enseñanzas iban dirigidas principalmente a las personas que aspiraban a cargos públicos, pero su objetivo era el de un hombre intelectualmente completo. De ahí su huella en la filosofía, la lingüística, la teoría social y la religión haya sido perdurable.
Siendo la enseñanza de la oratoria una parte importante del programa educativo de los sofistas, éstos presentaron gran atención al lenguaje.
Su idea del conocimiento humano pivota alrededor de la máxima de que «el hombre es la medida de todas las cosas». En nuestra idea del mundo, nuestros sentidos eran la autoridad final e infalible y, puesto que no todos los hombres tenían las mismas experiencias de las cosas –lo dulce para uno seria amargo para otro-, la realidad no poseía para ellos una sola cara, un solo argumento, una sola descripción.
El mismo espíritu recorre sus ideas sociales y políticas. Le era familiar la pluralidad de formas con que los hombres se organizan en grupos y se rigen por normas. Por ello fueron los primeros en reconocer que los hombres tienen una naturaleza superpuesta a la naturaleza propiamente dicha (la de sus impulsos naturales, sus instintos o su fuerza física). Esa segunda naturaleza venia dada por sus leyes, sus convenciones, sus costumbres. En ellas residía la posibilidad misma del progreso. Ideas así hicieron inevitable que se les viera como personas que atentaban contra el orden natural de las cosas. La abolición de la esclavitud y la emancipación de la mujer, que algunos llegaron a promover, eran ejemplo de esas amenazas. La moral tradicional también quedaba en entredicho. Así la virtud no era un don, sino que se puede enseñar y aprender. Y por otro lado, si no predicadores del ateísmo, valoraban más el trabajo y el cumplimiento del deber (Pródigo) y el autodominio (Antifonte) que la conducta que veía su modelo en la actuación de los dioses, pues de éstos nada podía saberse. «El hombre es la medida de todas las cosas» afirma Protágoras. Y, por lo tanto, la divinidad será para él una mera creación humana. El hombre es la medida de los dioses, y no al revés, Dios es algo convencional, es algo que crean los gobiernos para que les guarden sus leyes, como dice Critias. Creencias como éstas explican los ocasionales brotes de fanatismo religioso habidos en Atenas, como testifican las vidas de Pródigo y Protágoras. A este respecto, el propio Sócrates no se diferencia tanto de los sofistas.

Referencias
Acero, J.; Alegre, A.; Granada, M. y Valverde J. (1983). Historia del Pensamiento I. Barcelona: Orbis.
Hirschberger, J. (1997). Historia de la Filosofía I. Barcelona: Herder.

Fotos: Museo Arqueológico de Atenas

LOS SOFISTAS
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio

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