La península itálica ha sido
la cuna de muchas culturas europeas como la civilización Nuraga, los etruscos,
los griegos y los romanos, estos últimos creadores del gran imperio romano que
con Teodosio
I, empezó a tocar su fin, este dividió el
imperio romano entre sus dos hijos, Arcadio y Flavio Honorio, adjudicándoles a
uno el Imperio bizantino o Imperio romano de Oriente ―con sede en Constantinopla―
y al otro el Imperio romano de Occidente –con sede en Roma. Con el tiempo y
debido a su debilitamiento las invasiones bárbaras pondrán fin al Imperio
Occidental en el 476, dando paso a la Edad Media y es en este momento que se
empiezan a dar los acontecimientos históricos que condujeron a la formación de
la actual Italia.
Cuando los
ostrogodos que habían sido sojuzgados por los hunos y tras su liberación, Teodorico
el Grande, con la bendición del emperador de Oriente, condujo a su pueblo a la península
Itálica en 488. En la península gobernaba el hérulo Odoacro tras deponer el último
emperador romano en 476, pero tras una campaña en el norte, Teodorico tomo la
capital, Rávena, matando a Odoacro en el 493. Tras la muerte de Teodorico en
526 la crisis condujo al imperio a la desaparición.
Con el
emperador bizantino Justiniano I, se inician una serie de campañas con el
objetivo de reconstruir la unidad mediterránea. La debilidad del reino
ostrogodo, y los deseos bizantinos de recobrar la ciudad de Roma convirtieron a
la península itálica en un objetivo y es en el 535 cuando el general Belisario invadió
Sicilia y marcho a través de la península, tomando Nápoles y llegando a Roma en
el año 536. Belisario prosiguió hacia el norte y tomó Mediolanum (Milán) y
Rávena en 540, y para el 561 había pacificado la zona.
Entre los
antiguos pueblos germánicos que habían abandonado su antigua morada para vivir
en mejores tierras, se encontraban los lombardos, a los que Justiniano I había dejado
asentarse en Panonia, a condición de que defendieran la frontera. La presión de
los lombardos sobre el Papa hizo que el rey de los francos, Pipino el Breve,
realizara entre 756 y 758 repetidas campañas al norte de la península. La situación
se recrudeció a la muerte de Pipino, pero la reunificación de los francos bajo
Carlomagno llevó a una nueva intervención en la península itálica en el 744. Tras
una breve batalla, Carlomagno se hizo con el reino de Lombardía, que,
manteniendo su autonomía, se integró en el Imperio carolingio. Entre los siglos
X y XIII, ciertas repúblicas marítimas (Amalfi, Pisa, Génova y Venecia) gozaron
de una prosperidad económica, gracias a su actividad comercial, en un marco de
amplia autonomía política. También otras ciudades del área gozaban de
independencia, habían participado en las Cruzadas, contaban con flota naval tenían
cónsules, que vigilaban los intereses comerciales de sus respectivas ciudades
en los puertos mediterráneos, y pueden ser incluidas de pleno derecho entre las
republicas marítimas. Entre éstas, cabría destacar Gaeta, Ancona, Trani y Noli.
Cuando la
peste negra mató en la península una tercera parte de la población en 1348. Entre
el siglo XIV y XVI, Italia no era una unidad política ya que estaba fragmentada
en múltiples estados. En el norte existían ciudades estados como la República
de Venecia, la República de Florencia, el Ducado de Milán o la República de Génova.
En torno a la ciudad de Roma estaban los Estados Pontificios, y al sur estaba
el Reino de Nápoles, posteriormente integrante de la corona de Aragón, y por
tanto de la Monarquía Española. Durante esta época surgió el Renacimiento
italiano que se extendió desde finales del siglo XIV hasta alrededor de 1600,
constituyendo la transición entre la Edad Media y la Europa moderna.
A causa de
su fragmentación, la península itálica fue escenario de los intereses de las
potencias europeas durante los siglos XVI, XVII y XVIII, que llevaron a
conflictos tales como las Guerras italianas, la Guerra de Sucesión Española, el
conflicto hispano-austriaco por las posesiones napolitanas, así como de las
guerras revolucionarias francesas y napoleónicas, siendo el emperador Napoleón
I coronado primer rey de Italia el 23 de mayo de 1805, en la catedral de Milán.
Aún hubo conflictos durante la primera mitad del siglo XIX, cuando apareció el
sentimiento nacionalista italiano que culminara en la Unificación de Italia,
materializada el 17 de marzo de 1861, cuando los estados de la península itálica
y las dos Sicilia se unieron formando el Reino de Italia, el cual sería
organizado por Víctor Manuel II, de la casa Saboya, hasta entonces gobernante
en Piamonte y rey de Cerdeña. El artífice de la unificación italiana, sin
embargo, fue Camillo Bens, conde de Cavour, el ministro en jefe del rey.
Roma por su
parte, se mantuvo separada del resto de Italia bajo el mando del Papa y no fue
parte del reino hasta el 20 de septiembre de 1870, fecha final de la
unificación. Luego se realizó un plebiscito en el cual se eligió a Roma como
capital de dicho Reino. Fuera de sus límites sólo quedaba el pequeño Estado de
la República de San Marino.
El 2 de
junio de 1946, un referéndum sobre la monarquía estableció la republica como
sistema de gobierno italiano, adoptando el país una nueva constitución el 1 de
enero de 1948. Los miembros de la familia real fueron llevados al exilio, por
su relación con el régimen fascista, hasta el 10 de noviembre de 2003, cuando
pudieron regresar, gracias a la modificación de la constitución por el
parlamento italiano.
Referencia
Wikipedia
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio
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