El origen del tabaco
lo podemos ubicar con cierta certeza en el archipiélago andino, entre Ecuador y
Perú, de allí se extendió a toda América siendo cultivado por los indígenas
desde hace 3.000 años a.C.
En
el caso de República Dominicana, los
Taínos, ya cultivaban y fumaban el tabaco durante siglos, solo que España, su
potencia colonial hasta 1821, no se interesó por sus hojas, concentrando todos
sus esfuerzos en desarrollar el comercio de tabaco en Cuba. De hecho, el tabaco
dominicano recibió muy poca atención hasta principios del siglo XX, cuando se
importaron semillas cubanas por primera vez: las plantaciones se multiplicaron
por toda la isla, pero el tabaco se destinaba esencialmente para la exportación
a fábricas de Europa o Estados Unidos, donde se usaba para elaborar cigarros a
máquina de segunda clase. Entonces llegó la revolución cubana. El resultado fue
que toda una generación de emigrantes cubanos se instaló en la República
Dominicana, y entre ellos los especialistas en tabaco, que empezaron a cultivar
distintas variedades más aptas para aquel entorno, usando semillas cubanas.
Cuando comenzó el embargo estadounidense de productos cubanos en 1962, Cuba
perdió su principal mercado de puros; esto y las expectativas de
nacionalización hicieron que numerosas empresas fabricantes de puros cubanos
buscaran otras ubicaciones, y muchas se establecieron en la República
Dominicana. Mediante marcas como León Jiménez, Davidoff, Arturo Fuente, The
Griffin's, Santa Damiana, y Ashton. Esto produjo que los dominicanos se
hiciesen de la larga tradición de los cubanos en la elaboración de puros hechos
a mano, probado con creces su habilidad en la creación de distintos modelos. Se
tarda unos seis meses para formar adecuadamente a un torcedor pero, al final de
este periodo, se gana cada peseta que produce. La demanda de torcedores
experimentados, tras la proliferación de nuevas fábricas, ha provocado que el
sueldo medio de un torcedor se haya multiplicado por quince respecto a los que
ganaba antes de 1993: un dólar por día. En treinta años de fabricación, los
puros dominicanos han mejorado constantemente, y se han ganado a pulso su
actual reputación. Ciertamente, la República Dominicana no solo ha superado a
Cuba en la arena del mercado internacional, también ha conseguido lo que
parecía imposible: una comparación justa con su adversario en términos de calidad.
Sin embargo, el problema del cuerpo del tabaco y de sus cualidades aromáticas
perdura. Por ello, el tabaco es generalmente mezclado con otras variedades y
usado como tripa (relleno) y,
menos a menudo, como tirulo (hoja del
envoltorio interior). En consecuencia, los tabacos más fuertes aun deben
importarse, generalmente de Honduras, México y Brasil. Otro punto débil es que
las hojas dominicanas no son adecuadas para las capas (hojas del envoltorio exterior) de alta calidad, y estas
también deben ser importadas, básicamente de Camerún (Partagás) y Ecuador
(Sosa). A pesar de todo, la familia Fuentes consiguió recientemente producir
unas capas auténticamente dominicanas derivadas de hojas del piloto cubano.
Se trata de las magnificas hojas con tinte rosado usadas para elaborar su línea
Fuente: Fuente Opus X.
Paralelamente a esta actividad de grandes tabacaleras han surgido
tabacaleras artesanales donde el dominicano expresa su relación con el tabaco,
su humo y los dioses taíno.
AUTOR: Félix Piñerúa Monasterio
DISEÑO Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia Arguinzones
FOTOGRAFÍA: Félix Piñerúa Monasterio
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